A veces nos preocupa tanto tener razón en una discusión que perdemos la perspectiva, no nos preguntamos si el objeto de la discusión es tan importante como para sentirse tan mal y tan enfadado. Es importante aprender a relativizar, intentar mantener un grado de malestar proporcional al tema en cuestión y que nuestra ofuscación no se convierta en un obstáculo que nos impida llegar a la solución del conflicto.